domingo, 8 de noviembre de 2009

"a mi no me gusta ser brasileño"


El cronista de las favelas de Río de Janeiro, tras una expedición nocturna por Garibaldi, platica con M Semanal sobre la situación en el país donde se realizarán los Juegos Olímpicos 2014.

Al terminar la rumba en el Casablanca, un cabaret del Centro Histórico de la Ciudad de México, Paulo Lins, el escritor brasileño que se inspiró en su propia vida para escribir Ciudad de Dios, quiere continuar la excursión por la madrugada capitalina. Y Garibaldi suele ser, a estas alturas del partido, una estupenda opción.
Entre mariachis, conjuntos norteños y jaraneros, Paulo halla a una señora bajita, morena e indígena que carga una cajita y unos cables. El escritor carioca me pregunta qué es y le digo que son “toques”, una macabra diversión de la parranda mexicana que consiste en probarse recibiendo choques eléctricos. Hombre de inevitable adrenalina, Paulo agarra inmediatamente las extensiones del voltaje y resiste los toques con pocas complicaciones. Siempre buscando los límites, Paulo decide ponerse los cables en los testículos. El periodista chileno Cristian Alarcón y el historiador mexicano Froylán Enciso le advierten que es peligroso. Paulo se emociona más. Yo le pregunto a la señora bajita que reparte los toques cuál es el riesgo real que hay en eso, y ella me responde con la sabiduría que da la vida nocturna: “No pasa nada, ya ve que así los usan los judiciales”.
Paulo aguanta las descargas durante algunos minutos. Luego la parranda sigue con ese toque carioca de risa y baile, aunque el escritor, uno de los más importantes de Brasil hoy, me diga en entrevista que no le gusta su país.

DEO: Tú viviste en una favela 27 años. ¿Cómo es realmente una favela en Río de Janeiro, Brasil?
PL: En una favela están todos los trabajadores que ven a la clase media como lo siguiente en su camino. ¿Quién es el que vive en la favela? El chofer de autobús, la empleada doméstica, el albañil, el panadero. Son personas pobres las que viven en las favelas, las que están en las favelas.

DEO: Pero uno ve información como si fueran sólo narcos y criminales...
PL: Sí, la policía discrimina a todos. Trata a todo mundo como si fueran bandidos. Les pega y se va de frente contra los jóvenes. No distingue entre trabajadores y bandidos. Si mata, suele matar inocentes. Muchas veces han asesinado a personas que nunca metieron la mano en el narco, que nunca traficaron, que nunca hicieron nada ruin.

DEO: Tú tenías amigos que murieron así.
PL: Tengo varios amigos que murieron asesinados por la policía y al día siguiente la noticia salió en el periódico. Decían: “Murieron, los dejaron por allá”. Algunas veces ni siquiera aparecen los cuerpos. Los que mueren principalmente son negros y mestizos. Hay gente que viene del norte, del nordeste del país, para que les quede cerca donde trabajan; van para Sao Paulo o a Río de Janeiro y encuentran la muerte.

DEO: ¿Qué sientes como brasileño al vivir eso?
PL: Cuando uno es niño es mucho peor, porque de niño no entiendes por qué las personas te tratan mal. Tú no sabes por qué, porque no es un racismo explícito, es velado, es un racismo oculto.

DEO: ¿Cómo se nota?
PL: Nadie habla de que es racista en Brasil. Nadie dice: “Yo soy racista”, pero las personas se asustan en la calle, te tienen miedo a ti que eres negro. Por ejemplo, cuando van andando tres o cuatro negros en los barrios ricos, la seguridad viene y llama a la policía. Es muy difícil convivir con eso, con la discriminación racial.

DEO: ¿Qué piensas de la policía? Hay una nueva película sobre favelas, Tropa de élite
PL: La película es pura realidad. Quien la escribió, Otero, fue un capitán de la policía, un especialista en el tema. Ahora me estoy acordando de los nombres: el capitán Pimentel y otro es Ulises Dan Suárez. Son dos personas que conocen bien la realidad. La cuestión es que el pueblo aplaudió la acción de la policía; la población brasileira aplaudió y le gustó la forma en que la policía allana las favelas, tortura...

DEO: Es una posición totalmente opuesta a lo que tú haces en Ciudad de Dios...
PL: El film también muestra una parte muy fuerte de la corrupción policial y eso casi no fue comentado. Fue comentado que la policía aprehende a los bandidos: qué triste eso de Brasil. A mí no me gusta ser brasileño.

DEO: ¿No?
PL: No. Yo vivo en un país racista. Siempre fui maltratado. ¿Cómo te va a gustar ser brasileño si eres maltratado? ¿Cómo te va a gustar un país en el que la escuela es mala, la educación es mala, la asistencia médica es mala? ¿El país más cool del mundo y eres discriminado todo el tiempo? Yo no creo en Brasil.

DEO: Pero con Lula ha cambiado algo, ¿o no?
PL: Con Lula está cambiando. Hay posibilidades que no se tenían antes, él reintegró a muchas personas de la última línea de la miseria, muchos pobres pasaron con él a la clase media. Cambió un poco, pero faltan muchas cosas todavía.

DEO: ¿Tú conoces narcos?
PL: Sí, son todos mis amigos.

DEO: ¿Cómo?
PL: ¿Por qué los conozco yo? Porque yo viví en las favelas. Cuando voy a ver los trabajos sociales que se están haciendo en las favelas ellos quieren conversar, quieren hablar, contar historias de cómo entraron a la criminalidad, y así en todos los casos, bueno, no en todos, pero a cada favela que voy acabo conversando con muchos de ellos.

DEO: ¿Qué pasaría si se acabara el narco?
PL: Mira, la violencia existía sin el narcotráfico. Siempre existió. ¿Sí? En la propia escuela mía, cada cierto tiempo había muchachos que asaltaban, secuestraban... Porque uno tiene que tener dinero, tiene que comer, tiene que vivir. Uno es residente en un país capitalista y si no tienes dinero, no tienes nada.

DEO: Tú que ahora tienes dinero y eres famoso por tu película y por otras cosas que has hecho, ¿sigues siendo discriminado?
PL: Ahora no porque soy una cara conocida. Todo el mundo me conoce; soy difícil de discriminar. Pero algunas veces voy a comer a algún lugar, un restaurante más fino, más refinado, y no hay negros, regularmente sólo soy yo. Aquí en México es la misma cosa, lo mismo: el mundo todo es así.

DEO: Veo que tienes al Che en tu camisa...
PL: Lo compré en Cuba. En La Habana.

DEO: ¿Qué piensas del Che?
PL: Un gran revolucionario. El mayor. También es la mayor expresión contra el capitalismo, toda esa dictadura indirecta que ahora padecemos en el mundo.

DEO: En tu película Ciudad de Dios usas al personaje Zé de tu novela, ¿existe?
PL: Sí, todos existieron.
DEO: ¿Están ahí ahora?
PL: No, murieron todos.
DEO: ¿Todos?
PL: Todos murieron. No queda ninguno vivo.

DEO: ¿Qué te decían en las favelas después de ver la película?
PL: Mira, yo pensé que iba a cambiar alguna cosa. Yo pensé que en el mundo de las artes o en la parte que fuera, en la parte social, iba a cambiar alguna cosa. Se habla más sobre el asunto en Brasil después de la película, hay un debate muy grande en torno a la violencia, el racismo, la pobreza. En las elecciones yo conversé con dos candidatos a la presidencia de Brasil, incluido Lula. Cambió Brasil, aseguran. Pero faltan, como ya lo dije, muchas cosas.

DEO: ¿Cómo se ve México desde Brasil? ¿Qué ves de México? ¿Qué te atrae?
PL: Siempre, desde las pláticas de hace mucho, México tiene una tradición muy fuerte de cuentos, de poesía. Yo me acuerdo cuando Octavio Paz murió. Me acuerdo que primero se le incendió la biblioteca y él se puso muy triste. En Brasil también estuve en contacto con un artista que está loco, que es Guillermo Arriaga, que me parece uno de los más grandes escritores de la actualidad.

DEO: ¿Lo vas a ver?
PL: Hoy voy a intentar encontrarme con él.
DEO: Es tu compadre...
PL: No. Para mí es uno de los más grandes escritores del mundo hoy. Es muy conocedor de Brasil.

DEO: ¿Qué piensas sobre los periodistas que cubren el tema del narco en Brasil, Colombia o México? ¿Crees tú en la prensa, en los periódicos?
PL: Para que no falte realismo en las notas hay que acercarse a las personas. Tienen que revelar, informar lo que está sucediendo, pero no temer al acercamiento, a la vinculación con las personas. ¿Por qué crees que están allí en el narco las familias? ¿Por qué? ¿Por qué esos niños, que la mayoría son niños, se metieron al crimen? Yo creo que hay que hacer una investigación mayor sobre esas personas que están participando, sobre por qué se fueron para allá. Hay que darles voz, entrevistar a las personas. ¿Sí? Porque no aparecen, no hablan. Son tratados como animales, siempre como animales, pero son personas. Y si están así, si está pasando eso, es por la sociedad. No es culpa de ellos; la culpa es de la sociedad. Entonces no puede ser nada más una entrevista y ya, hay que ir más allá, preguntar por qué, qué fue lo que pasó en la vida de ellos. Yo creo que la entrevista tiene que profundizar un poco más.

DEO: ¿Y tú lees periódicos?
PL: No, no leo periódicos, soy una personalidad como poeta, escritor, persona del cine y ahora de los altos círculos sociales. Pero yo vi de niño y de joven mucha mentira en el periodismo, mucha mentira. Siempre había un hecho dejado... Habían matado a inocentes y decían que eran bandidos y no eran. A veces la policía mata con una bala perdida y siempre dicen que es un bandido quien disparó. Es muy difícil. Cuando vas a las favelas la policía está disparando, no respeta a nadie, entra a la favela disparando como si fuera una zona de guerra, mata niños, mata a todos y siempre dice que son bandidos, y el periódico siempre está del lado de la policía, nunca del lado de los bandidos.

DEO: Pablo, ¿te gustó Garibaldi?
PL: Estoy muy feliz aquí, estoy adorando a las personas... Me gusta México, me gusta aquí, estar aquí. Estoy muy feliz.


Diego Enrique Osorno - Milenio semanal - 2009

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